Cita

Bunbury & Vegas
30-11-2006

Lugar Liceu Público Lleno

Pongámonos en situación: imagina que has llegado a pagar hasta 104
euros (había entradas desde 19 euros, eso sí) para ver a un par de tipos
tocar en el Liceu. Imagínate entrando, sentándote en primera fila y
echándote un par de fotos, porque ¿cuándo volverás a pagar 104 euros por ver
a ese par de tipos en el Liceu? Bien. Entonces imagina que los tipos se
montan un minibar en el escenario y beben demasiado. Beben y beben y uno de
ellos empieza a dar tumbos y se pisa el jack y está a punto de caerse y se
acerca al micrófono y no se oye lo que dice. Por más que se acerque sigue
sin oírse lo que dice. ¿Qué harías entonces? Tal vez gritar: "Eh, que no se
oye, tío" o peor aún, "¡Enrique, ayúdale!". O tal vez te echarías a reír
porque el espectáculo es dantesco. Porque sobre todo fue dantesco el duelo
en rojo y negro (camisas de vaquero y boas incluidas) de Bunbury y Vegas. Su
primer directo no fue el ir y venir de la esquina al centro del ring
prometido, sino un desfilar dando tumbos por "El tiempo de las cerezas", con
serios problemas de sonido (a Vegas NO se le oía cantar), que la catarsis
bunburyana intentó mitigar (Enrique volvió a ser, sólo por momentos, el que
era antes del desplante del año pasado) sin éxito. Digamos que si a Vegas le
tocó la lotería cuando conoció a Bunbury (y todo son habladurías populares),
Bunbury arrastra un zombie desde entonces (se oyeron incluso silbidos
durante "Secretos y mentiras") y una banda (de nueve músicos) que no cumple
todavía como cumplía El Huracán Ambulante. Paso atrás hacia la decadencia
entonces, que, pese a todo, algunos disfrutaron.