"Pues eso, a un enfermo de Alzheimer le haces firmar lo que te dé la gana, si es alguien que tiene una suculenta herencia el problema está servido"

Un testamento vital no "te lo hacen firmar", lo redacta y escribe una persona por su propia voluntad cuando está en plenitud de sus facultades (quizá 20 años antes de caer enfermo) y en él detalla, entre otras cosas, qué ha de hacerse una vez muera y, desde luego, el modo de proceder en el caso de que esté en una de éstas enfermedades. El consentimiento debe ser lí­bre y expreso; obviamente el enfermo de Alzheimer no puede manifestar un consentimiento con esas garantí­as luego, si alguien mata a un enfermo de Alzheimer y el consentimiento no consta de una época en la que estaba bien y pudo prestarlo con todas las garantí­as, la solución es clara: a la trena. El problema es mucho más sencillo de resolver de lo que parece.



In my dreams I was drowning my sorrows but my sorrows, they learned to swim