Si existe un tema de eterna sensibilidad social es el de la eutanasia. Sobre él hay desacuerdo moral y desacuerdo jurí­dico, pero especialmente existe mucha ignorancia acerca de estas cuestiones. Sin ánimo prepotente ninguno me gustarí­a, antes de opinar acerca de una cuestión tan controvertida, fijar algunos datos previos para que todos tengamos claro de qué estamos hablando:
La eutanasia es el comportamiento que, de acuerdo con la voluntad o interés de la persona que padece una enfermedad o lesión incurable que le causa graves padecimientos o afecta considerablemente a su calidad de vida, consiste en la producción, anticipación o no aplazamiento de la muerte del afectado.
Partiendo de esa definición parece claro que podemos distinguir tres situaciones:
- Eutanasia Pasiva: Consiste en no aplazar el momento de la muerte, que se produce, en efecto, por causas naturales. Por ejemplo cuando el enfermo pide al médico que no le suministre un tratamiento, que deje transcurrir los acontecimientos que desembocarán en su muerte. Esta eutanasia es legal.
- Eutanasia activa indirecta: Consiste en la anticipación de la muerte del afectado pero de un modo indirecto. Es decir, los tratamientos destinados a mitigar el dolor del afectado, siempre con su consentimiento, producen, a la par que el alivio propio de los mismos, un deterioro fí­sico cuyo efecto es que la muerte se produzca antes de lo que normalmente se producirí­a. Esta eutanasia es legal.
- Eutanasia activa directa: Consiste en la producción de la muerte del "sujeto pasivo", es decir, el "sujeto activo" realiza una conducta que pretende directamente la muerte del paciente; el curso causal de la enfermedad (muerte natural) se ve afectado por la iniciación de otro curso causal por parte del sujeto activo, que realiza actos ejecutivos concretos tendentes a producir la muerte del pasivo. Es decir, un sujeto mata a otro con el consentimiento de este último que además padece una enfermedad grave e incurable que afecta sustancialmente a su calidad de vida. Esta eutanasia, lamentablemente, está penada por la ley, como una conducta de auxilio ejecutivo al suicidio.

Dicho esto propongo una reflexión desprovista de cualquier matiz recalcitrante o deleznablemente tradicionalista: el suicidio está permitido ya que la vida es un bien "disponible" para su titular, luego, si el titular de ese bien "dispone" que no quiere seguir gozando de ese vida ¿acaso no tiene derecho?. Es decir, ante una petición seria, expresa e inequí­voca del titular del derecho a la vida ¿quién coño es la Ley para decirle que siga viviendo una vida que ya no desea?
La eutanasia pasiva y la activa indirecta están permitidas ¿qué importa en qué consista la conducta "del que mata" si el que muere desea morir?.

Creo sinceramente que en ésto, como en muchas otras cosas, este pañ­s va a la cola y que tapándonos con una manta de progreso y tolerancia nos creemos los más transigentes, los más garantistas, los más pro-derechos..., todo pura hipocresí­a porque al final, al final del todo, cuando una persona suplica con lágrimas en los ojos morir dignamente porque otorga más valor a su dignidad y autoestima que a SU propia vida, porque ha tomado una decisión, SU decisión, nosotros giramos la espalda y mientras andamos sin mirar atrás musitamos: "disculpe pero no puedo darle un beso de buenas noches porque nuestra jodida ley no nos permite hacerle feliz, ni siquiera cuando se está muriendo".



In my dreams I was drowning my sorrows but my sorrows, they learned to swim