En el pañs de las maravillas
Por M. MARTñN FERRAND/
EN mis lejanos días colegiales, mediopensionistas y gratos, solía ser el hermano Ramón el encargado de amenizarnos el almuerzo con la lectura de la vida de los santos. Tan mal lector era el hombre, tan torpón en el manejo del énfasis narrativo, que todavía hoy tengo dudas sobre si algunos episodios de la vida de San Agustín corresponden a la peripecia itinerante de Santa Teresa. Lo mismo me ocurre, y me rejuvenece, con José Luis Rodríguez Zapatero. Sin papeles se apaña algo mejor y, sin ser de los grandes, puede pasar por parlamentario; pero en la lectura, pobrecito, es de la escuela del hermano Ramón. Aun siguiéndole con atención, no es fácil entender lo que pronuncia. De ahí que, ahora mismo, no sé si Galicia está en las prioridades del Gobierno y España crece más y mejor o si, al revés, España es su prioridad y Galicia crece más y mejor.
Entendido, o meramente intuido, el discurso leñdo por Zapatero deja claro a sus auditores que el fruto de su primer año de Gobierno es un ejemplo total y poliédrico. Se mire por donde se mire, España ha mejorado su realidad anterior y, según sus palabras, crecemos más, creamos más empleo «y encima no buscamos las cifras». Alguien las busca por él y, en consecuencia, se encaramó en ellas para demostrar la eficacia de su política, incluida la de Vivienda, que en sólo un año ha conseguido movilizar cinco millones de metros cuadrados de suelo público. Más, señaló ante la mirada incrédula de María Antonia Trujillo, que lo movilizado en los últimos veinticinco años.
Así, como Alicia, anduvo Zapatero por el pañs de las maravillas: un Estado, de cuyas tensiones territoriales apenas pronunció palabra -y aun así lo hizo con silenciador-, en que los ciudadanos asisten a todo tipo de mejoras, envueltos en una economía estable, mientras leen el Quijote. Todo va bien y en este primer año del socialismo recuperado queda claro que «podemos y deseamos» ampliar el autogobierno de las CC.AA. No es que ésa sea la demanda dominante de una buena parte de la sociedad española, pero una reforma «limitada» de la Constitución es una muestra de la pujanza juvenil del sistema.
Quizás todo se explique por lo que el presidente dijo en el arranque de sus palabras: confía más «en España y en los españoles». Ahí, en la confianza, está el peligro, y especialmente si se habla de terrorismo -«la única lacra que perdura desde la transición»- y de nacionalismos. España y los españoles ¿confiamos más en él? Yo no. En el día en que comienza, en Las Ventas, la Feria de San Isidro, hay que exigirle a las figuras, incluso a las políticas, el riesgo de arrimarse a los toros y/o los problemas. Zapatero no es que alargue el brazo, es que utiliza una pértiga para la muleta y se ocupa de lo accesorio sin meterle mano a lo fundamental. Bien es verdad que tenemos mucho debate por delante.
