Era un mes de Julio de hace bastantes años. Me apunté a un curso intensivo de inglés por las tardes, una hora de conversación y dos de gramática y escritura. En la primera hora coincidí con una de las chicas más bellas que he visto jamás. El pelo castaño, desordenado pero siempre en su sitio, unos enormes ojos verdes, unos labios perfectos, los dientes perfectamente blancos y alineados, una dulce voz y una tez algo oscura configuraban aquel rostro perfecto. Nunca llevaba un gramo de maquillaje, ¿para qué?.
Cuando supe que tenía novio no me quedé nada afectado, por un lado la veña completamente inaccesible (luego he comprobado que los límites se los pone cada uno) y por otro supongo que mi subconsciente me avisaba de que no era una chica para mí. Un día que quedamos los de la clase por la noche conocí a su novio, era también muy guapo, un tío estupendo y hacían una excelente pareja, recuerdo (Freud, ¿estás ahí?) que llevamos al encuentro una conversación que habíamos tenido en la clase, sobre si se podía intercambiar el cepillo de dientes con tu pareja en caso de necesidad. Su opinión era algo así como "¿haces las mil y una guarrerías en la cama y no puedes pasarte el cepillo de dientes"? Como la mía, más o menos.
No recuerdo el día de la despedida, supongo que ella no fue a clase el último día, o bien falté yo... la verdad es que pronto me olvidé de ella hasta que unos meses más tarde volví a la academia para hacer un curso de preparación al First Certificate (no es necesario añadir que lo pasé a la primera), y un día al salir de clase me la encontré por los pasillos. Me dedicó una de sus sonrisas deslumbrantes y después de las típicas frases intrascendentes, superando mi proverbial timidez me atreví a invitarla a una copa... y aceptó.
Me explicó lo bien que le iba todo, se había ido a vivir con el novio y había conseguido un trabajo como azafata que hacía mucho tiempo estaba buscado. Su felicidad iluminaba aún más su rostro y sus ojos felinos brillaban en la noche como linternas. No sé cuanto tiempo pasó (10 minutos, 15, 30... ni idea) pero fue uno de los momentos más deliciosos de mi vida, disfruté cada segundo con intensidad. Cuando fui a pagar el barman no pudo evitar un comentario sobre mi buena compañña... los hombres siempre tan previsibles. Pude deleitarme con su olor por última vez al despedirme con dos besos,
Un año y unos meses más tarde, la casualidad quiso que la volviera a ver en el aeropuerto, en uno de mis escasos viajes profesionales. La vi charlando animadamente con sus compañeras de trabajo. No me vio, y fui lo bastante inteligente como para no dirigirme a ella y dilapidar un último encuentro con frases de compromiso y prisas.
Nunca más he sabido nada de ella, espero que le vaya bien.
Ayer, mirando los ojos aún indefinidos de un bebé la memoria me trajo esta historia de nuevo a la cabeza sin entender muy bien el motivo. Pero me gustó recordarla...