¿Quiénes fueron entonces los que animaron la masacre?
R. La única fuerza organizada en esos momentos en Madrid era el Partido Comunista, que incluso había reforzado su poder con la llegada de las armas y los consejeros rusos. No es fácil conocer toda la verdad, pero en aquel momento los asesores que llegaron de Moscú tenían un enorme prestigio y tenían la experiencia del terror rojo. Koltsov, que no sólo era un periodista que cubría la guerra sino que tenía línea directa con Stalin, fue el que sugirió que algo había que hacer con tantos oficiales del bando franquista, que representaban un peligro real con las tropas enemigas a 300 metros de la cárcel Modelo. Yo creo que hubo una orden de las autoridades republicanas para trasladar a los presos a Valencia. Pero en un momento de tantas carencias y tanto desorden, ¿cómo organizar una comitiva para que se llevara los presos? Era más fácil que los liquidaran. Y no creo que fuera difícil convencer a los milicianos. Paracuellos fue terrible, pero lo entiendo. El pánico era demasiado grande y el peligro de tener tantos oficiales enemigos dentro era indiscutible. Se les había dicho que se pasaran a los republicanos, y se negaron.
P. Se ha responsabilizado a Santiago Carrillo, consejero de Orden Público de la Junta de Defensa, de haber estado detrás de las matanzas.
R. Hay muchas lagunas en la investigación que todavía hay que rellenar. Sería necesario conocer minuto a minuto lo que pasó entre la salida del Gobierno del día 6 y los fusilamientos del 7 y el 8. Carrillo, que estrenaba su nuevo cargo en esas horas, sólo nombró delegado en la Dirección de Seguridad a Segundo Serrano Poncela el 8, a quien atribuye irregularidades posteriores. Es casi seguro, aunque no haya podido encontrar el documento que lo confirme, que Manuel Muñoz, director general de Seguridad, dejó un oficio antes de salir con el Gobierno para que trasladaran los presos a Valencia. No creo, en cualquier caso, que el ejecutivo de Largo Caballero autorizara los fusilamientos. La sed de venganza fue muy importante.Alrededor de la ocho de la mañana del 7 de noviembre de 1936 llegaron a Paracuellos del Jarama, un pueblo próximo a Madrid, tres autobuses de los llamados "londinenses" (de dos pisos), acompañados de varios camiones repletos de milicianos. En una hondonada próxima al río, fueron bajando los viajeros de los autobuses: eran presos y estaban maniatados, y los milicianos los fueron matando, de grupo en grupo, con armas automáticas. El testimonio del hijo del alcalde comunista de Paracuellos, que tenía entonces 19 años, lo recoge Ian Gibson en Paracuellos. Cómo fue (Temas de Hoy), que hoy a las 11.30 presenta Santos Juliá en la Casa de América de Madrid.