Mi cabeza oscilaba entre lo racional y la pasión. Las tardes en la biblioteca de economía eran largas y el hastío producido por lo lánguido de las horas me alejaba cada vez más de la monotonía de lo cotidiano. Sentado, robusto y varonil, permanecía sentado en la silla mientras hacía que leña los apuntes y movía apresuradamente las hojas de los libros como buscando algo. Las chicas me miraban pero era normal, pensaba. Yo también me miraría, soy el reflejo de la perfección, mandíbula caballunamente prominente, ojos con una expresión de inteligencia y sagacidad que me hacen irremediablemente sexy y unas grandes y firmes manos que me otorgan la apariencia de un semidiós. Soy Sebastián Camarasa, bastión de las hembras, macho alfa por excelencia, envidia de los de mi clan; el hombre.
El campus de la universidad esta preciosamente decorado por la primavera, paseo erguido, mostrando mi pecho, soy un semental, no lo olvides, he de lucirme. Las hembras, infinitamente más pobres que yo intentan llamar mi atención enseñando sus carnes como si de un mercado se tratase, se maquillan y se arreglan para que las dedique un nanosegundo de mi preciosa existencia pero no, no puedo. Sebastián Camarasa no tiene tiempo de mirar con vanalidad, soy vuestro Apolo; observadme pero no esperéis que os devuelva la mirada, vuestra belleza titila, la mía permanece inalterable, mística.... Mi belleza es suprema, es superior a la vuestra, la mía es natural, vosotras necesitáis de artificios y, mediante esos pueriles engaños, pretendéis que mis preciosos ojos pardos os dediquen un gesto ¡no, no mancilléis mi perfección!
Los días pasaban y yo seguña siendo el hombre mas codiciado de toda la universidad. Trenes enteros a rebosar de hembras venían admirarme. Yo, muy bucólico e inspirado por Mufasa, me tumbaba en el césped de la facultad y me lucía en todo mi esplendor, cerraba los ojos y dejaba que la brisa peinara tanta belleza. Pero algo ocurría cuando cerraba los ojos; José Antonio. Ese chico, tímido, viril y de aspecto aniñado pero suficientemente crecido para impresionarme, poblaba mi imaginación con su sonrisa, sus ojos y ese cuerpo troyano.
Era una noche cualquiera, tibia, muy tibia y llenita de estrellas. Me acosté vencido por el estudio cuando él apareció en mis sueños. Estábamos en una habitación de hotel, sentados en la cama, yo en pijama y él no, había risas, ternura y pereza, sin prisas"¦ Nos reñamos de todas nuestras ex, pegándoles puntapiés, nos poníamos el mundo por bandera, pedimos fresas y champán del bueno. El botones se escandalizó cuando vio a José Antonio desnudo, le di una buena propina, cogí la botella y cerré de un portazo, apagamos las luces y dimos rienda suelta a nuestra fértil imaginación de universitarios en edad de merecer.
Mis estupendos calzoncillos Calvin Klein cayeron al suelo y apareció mi miembro, robusto y moreno, esculpido en diorita con el glande de mármol rojo de Ankara. Me quedé desnudo, con tan solo los calcetines ejecutivos y unas fabulosas gafas de Donna Karan en mi pelo engominado. ñ‰l me miraba, y deseoso abrió la botella de champán y la derramó por mi cuerpo. La bebida serpenteó por mi musculado pecho, bajó por mi estómago y se enredó en mi perfectamente depilado vello púbico para dibujar el contorno del tronco de mi pene. Tomó mi miembro con su mano y descorrió el prepucio. ¡Bendita gloria! José Antonio, se asía mi músculo del amor en un preciso ejercicio de masturbación que le terminó manchando la mano con mis líquidos preseminales.
Nos besamos y noté su barba, sentía su lengua enroscarse a la mía, notaba como su sexo golpeaba mi estómago mientras yo me entregaba en cuerpo y alma a aquel macho. Toma mis manos, José Antonio, no han servido nunca para nada, sabes que nunca han trabajado sino tu cuerpo, toma mis botas, sabes que no quieren marcharse, llenas mi cabeza de canciones, podrías haberme quitado la ropa rompiéndola, sabes que puedes, ámame, José Antonio. En un momento de éxtasis me da la vuelta, mi envergadura se transforma en completa sumisión, mi cabeza contra la almohada, su silueta en la pared, el amor es un hombre arremetiendo y empujando en mi vientre, un ritmo pesado toma el poder juntando a un hombre con otro hombre, y me siento amado. ¡Me siento amado! “grito mientras José Antonio empuja su herramienta dentro de Sebastián Camarasa.
Después de un rato de sentir cómo me cabalga con su espuela del amor, se levanta y avanza hacia la mesita de recibidor, saca una cajita. ¿Sabes lo qué es?. El amor y la pasión me hacen sentirme ignorante por primera vez en mi vida, admito que no sé lo que es. Me da la vuelta, una vez más muerdo la almohada por complacer a mi jinete. Con el rabillo del ojo veo cómo saca un hámster de la caja. ¿Qué es? “pregunto entre susurros. Es un jerbo, se llama Mofo “ me responde cómplicemente.
La metáfora me sabe a gloria y me abandono a las sabias manos de José Antonio que, diestramente, introduce al pequeño roedor dentro de un preservativo con sabor a limón. El aceite ha lubricado y las previas esnifadas de popper han dilatado mi ano lo suficiente como para que José Antonio introduzca al pequeño Mofo en él. La sensación es indescriptible, veo como su miembro esta durísimo mientras me ve gozar a mí, a Sebastián Camarasa. José Antonio tiene agarrado el extremo del preservativo cuando de repente lo saca sin Mofo, su cara muestra pavor. ¿Dónde esta Mofo? “ susurro entre jadeos. ¡Se ha quedado dentro! “me dice con la cara blanca como una aspirina.
Me pongo nervioso, noto al ratoncito, al pequeño Mofo intentando abrirse camino dentro de mí, es demasiado lo que siento, quiero que lo saque. José Antonio introduce un dedo dentro de mi ano pero Mofo se lo muerde, no quiere salir. Mete dos dedos, Mofo sigue sin salir, por un momento lo pierde, ya no lo toca. Separa los cachetes de mi culo como si de un armario se tratase, yo me abandono una vez más en sus robustas manos.
Coge un mechero y alumbra mi culo en la oscuridad, abre el orificio y mira con la luz que el gas le proporciona, se acerca para ver y en una de esas grita. ¿Qué pasa? “Le respondo asustado - ¿Es Mofo?. José Antonio me responde- No, pero tienes una perlita dentro"¦.. ¿Una perlita, es que acaso mi divinidad no tiene límites y cago perlas por el culo?. Acerca más el mechero y en una de esas mis naturales gases poscoito se mezclan con la llama del mechero y queman las cejas a mi adonis.
Son las ocho de la mañana, me levanto con una tremenda erección por lo soñado, los slips de Ralph Lauren están manchados con el líquido de la vida, mi cara está empapada de sudor. ¿Qué hacía José Antonio en mi sueño?
SEBHAS
LA PERLITA DEL CULO
APOCALÍPTICO