Me parece fascinante lo que he marcado en negrita. No me cuesta nada imaginarme la escena, dos tipos pensando "a esta nena me la camelo yo" y ahorcándose sin remedio :-)


elperiodico.com
JULIA CAMACHO
SEVILLA

Si algunos pensaban que, tras una larga baja por enfermedad, Mercedes Alaya se reincorporaría el pasado marzo a medio gas, pronto salieron de su error. No solo por su carácter trabajador y porque estaba deseando volver a su puesto, sino por el aviso que le dio el Tribunal Superior andaluz para que se vieran pronto resultados de la investigación del 'caso de los ERE'. Y es que, según fuentes judiciales, a la jueza le estimula que le planten cara. «Hemos logrado más así que cuando aceptamos sin rechistar lo que dice», confiesan algunos letrados que se han enfrentado con ella.


Mercedes Alaya.
Muy celosa de su vida personal, pocos datos se saben de ella o su familia. Nacida en 1963 en Alcalá de Guadaira (Sevilla), cursó la carrera de Derecho en la capital andaluza, quedando entre los 20 primeros de su promoción. En 1988, y a la primera, ganó la plaza de jueza. De forma paradójica, ocupa el despacho desde el que, a comienzos de los años 90, se dirimió el 'caso Guerra', el otro gran dolor de cabeza del PSOE andaluz en sus casi 32 años de Gobierno en la Junta. Durante sus tiempos de estudiante se casó con Jorge Castro, un consultor cuya profesión a punto estuvo de arrebatarle el 'caso Mercasevilla', dado que este había auditado la empresa que germinó el 'caso de los ERE'. Su recusación le afectó profundamente.

Fue madre joven y el primero de sus hijos nació antes de licenciarse. Después vendrían tres vástagos más. De sus aficiones poco se sabe, salvo que la misma semana que envió a prisión al exconsejero andaluz de Empleo Antonio Fernández, el año pasado, tras un largo interrogatorio de tres días, aún tuvo ganas de pasearse, tal vez para desconectar, por el Real de la Feria de Abril vestida de flamenca. Tampoco se le ve salir a desayunar con ningún compañero.

Su enorme capacidad de trabajo, que le hace saltarse comidas y permanecer horas y horas tras la mesa de su oficina, es la cualidad que más repiten quienes la conocen. También su discreción, seriedad y carácter hermético, incluso distante. No responde siquiera a un educado buenos días. Una actitud que algunos definen como soberbia y otros como timidez. Aunque los primeros cuestionan este adjetivo a tenor de los paseos bajo las cámaras que realiza cuando llega a los juzgados. Siempre de la misma forma: en un taxi, junto a su inseparable 'trolley', alzada sobre tacones, con un cuidado aspecto y siempre hierática. Ni una sonrisa, ni una mueca.

Sin cabos sueltos
Autosuficiente, metódica y rigurosa, no le gusta dejar cabos sueltos. Sus interrogatorios son tan duros e inquisitivos que han motivado quejas de letrados. A veces los gritos traspasan las puertas de su despacho. Algunos abogados dicen que sabe cómo lograr lo que quiere. Al exdirector general de Trabajo Javier Guerrero le sedujo como una serpiente, a decir de los presentes. Las risas y chistes que se sucedieron durante horas no evitaron que acabara con sus huesos en la cárcel. Y al chófer de Guerrero supo sonsacarle: entró con seis cargos y salió con 22 delitos a cuestas y camino de prisión. Este halo de misterio ha contribuido a aumentar su poder de atracción. Arrastra un club de fans en Facebook que ronda ya los 24.500 encandilados por la jueza estrella de Andalucía.