Una pena. Hay un bando, no dos; uno que ha actuado en el tiempo como carcoma para la sociedad. Lo que tristemente estamos viviendo es la constatación empírica de la puesta en práctica, organizada, coordinada y con imbricación de estratos y clases, de unas ideas nacionalistas que parten de un apriori: la democracia constitucional española y los poderes de su Estado no merecen consideración ni respeto. Y como no la merecen, y hay una masa social considerable y activa (unos dos millones, arriba o abajo) que piensa así, pues se arrampla contra ella pacíficamente (haha) cual marcha verde y aquí no va a pasar nada. Porque esto es imparable, justo, modélico y además ejemplar en Europa. Ese ha sido el auténtico
procés, el de Kaftka, conseguir que miles y miles de personas se suman en ese marco mental, alentados por unos políticos y unos medios que han trasmitido a todo hijo de vecino un concepto falaz de la legitimidad: si somos muchos es que está bien y se puede. Como decía Puchi: ellos tendrán las leyes, la policía y los jueces, nosotros tenemos la voluntad del pueblo. Qué acojone histórico son esas invocaciones al pueblo y su espíritu. El pueblo lo somos todos, hamijo Puchi. No hay conflicto entre ley y democracia, son lo mismo. La primera no es sino la expresión escrita de la segunda. El ejercicio ilimitado del poder, del poder de una facción que controla instituciones formales e informales, convertido en arbitrariedad, ¿pero cómo iba a acabar eso bien?
Pues así estamos, y no veo solución más que la que pudiera partir de la propia sociedad catalana. Ojo, que la gente joven ha comprado esa mercancía nacionalista.
El Estatut que yo recuerde, ni era una demanda real de casi nadie, ni tuvo mucho arraigo, ni lo votó demasiada gente, la peña pasó masivamente. Una cagada monumental de ZP, que no sólo no resolvió nada, sino que creó un problema nuevo.
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it's ok to grow up...as long as you don't grow old