Dividir tu alma y tu cerebro en dos, una de las partes sabedora, omnisciente y tentada de traicionar a la otra parte, que juega a tirar de tus sentidos y concentrar todo tu interés, que es el suyo, en la acción que se desarrolla frente a ti. No quiere perderse ni un segundo, lo que está viendo es algo nuevo, pero entre risas y cosquilleos la parte sapiente le susurra cuál va a ser el próximo movimiento, y la sorpresa es que la parte ignorante no se enfada, sino que sólo sabe prestar más atención. "Oye, ahora es cuando bssss bssss...." - "¡¿De verdad?! ¡Eso no me lo pierdo!"

Asistir por enésima vez, y por vez primera al mismo tiempo, a la atropellada y repentina declaración de amor entre Beatriz y Benedicto, sentir cómo se te eriza lentamente el vello y notar sorprendido que incluso se te han humedecido un poco los ojos cuando Beatriz pronuncia aquella frase... "Os amo con tanto corazón que no queda parte alguna para protestar" y el torrente sanguíneo se une tímidamente al crescendo orquestal que encumbra el beso de los insospechados amantes.

Ver de nuevo a John McClane en la blanca inmensidad del aeropuerto, revolverse, magullado y maltrecho, y levantar la cabeza para observar el despegue del avión herido de muerte en su depósito. Sabes lo que va a hacer, pero llevas esperándolo durante dos frenéticas horas. Casi eres tú quien saca un mechero del bolsillo y lo enciende con pasmosa tranquilidad, o al menos jurarías que eres tú quien ha dicho "Yippie ki yai, hijo de puta" en el momento de lanzar la candela al reguero de combustible. "¡¡Holly!! ¡¡Tus luces de aterrizaje!!" Maldita sea, tengo el pelo de punta.

Ser sacudido por la atronadora fuerza del discurso final del teniente coronel Frank Slade en defensa del joven Charlie. Conoces cada palabra, cada inflexión, pero te mueres por volver a escucharlo, un alegato tan brutal y perfecto, que hace aún más mella en ti que la primera vez que lo viviste, cosa que sucedió hace tiempo pero está sucediendo ahora. Joder, si abres más los ojos se te va a dar la vuelta el pellejo de la cabeza, y entonces sucede, el veredicto del tribunal, el satisfecho "¡Uh haaah" del coronel, y la estruendosa ovación de los asistentes que se lleva tu corazón en volandas.

Anticiparte medio segundo a lo que va a suceder, arrasado por un escalofrío y un pellizco que sube desde el estómago, ser conocedor y no querer serlo pero sí querer porque saber es poder decir "Hostia, y ahora... qué bueno", descubrir nuevos detalles o simplemente volver a regocijarte con el espectacular tiroteo de "Heat", o volver a llorar ante el desolador descubrimiento de Ender en el simulador de batalla, o descubrir de nuevo la impresionante culminación de "La última pregunta", sin contar que los capítulos de las buenas temporadas de los Simpson son mucho más graciosos cuando casi te los sabes de memoria, o desconcertarte por el denso suspense que te empapa de nuevo al revisar Twin Peaks, o dejarte llevar por el imprevisto frenesí de la primera temporada de "24"... Un placer tan profundo y directo como es el de revisar buenas películas y releer buenos libros, ¿y tú te lo niegas de forma consciente?

No puedo creerme que odies hacer eso.

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Editado 2 vez/veces. Última edición el 27/08/2010 18:54 por ElAleL.