Pues sí, después del parón pandémico ha vuelto nuestro concurso favorito a las pantallas. Algo que me parece loable, francamente. Lo más razonable hubiera sido un final a través de las redes con los concursantes cantando todos desde sus casas y votando la gente como siempre on-line. De hecho, se hicieron galas virtuales desde casa para ir pasando las semanas. Pero no, ahí están, con un escenario lleno de plantas en vez de público y pantallas con las caras de los espectadores. No parece mala idea esto de poner al público en pantallas, menos trabajo, te ahorras el bocadillo y si alguno no se comporta le cortas la señal y solucionado.
Si yo ya había desconectado con el concurso justo antes de la suspensión, ahora reengancharme ha sido tarea imposible, aunque por obligación personal (siempre procuro acabar las cosas), me voy mirando resúmenes y las actuaciones, así que aún hay cosas para comentar.
El concurso se suspendió justo cuando llega lo mejor, cuando se acerca el momento en que sólo quedan 8 y el jurado nomina a la mitad. Siempre me ha parecido un momento jugoso y las injusticias o decisiones discutibles Pero llegó el virus y la Gala 9 se hizo sin público y sin expulsados, y al final de la 10 había un concursante más de lo previsto. No ha sido lo mismo, ¡qué pena!
Hagamos ahora un inciso aclaratorio para cuando quedan seis concursantes después de la Gala 10, porqué lo de las Galas 11 y 12 siempre ha sido un desastre. En 2017 se decidieron en la Gala 11 nada menos que cuatro finalistas, dejando la Gala 12 (tres largas horas de programa) sólo para decidir si el quinto finalista sería Agoney o Ana Guerra (los otros cuatro no se jugaban nada). En 2018 lo hicieron al revés y casi fue peor. Tres horas de Gala 11 sólo para decidir que Natalia y Famous serían finalistas, algo que ya sabíamos desde la Gala 1 (por no decir la 0). Luego la 12 sí estuvo entretenida, cuatro nominados para echar sólo a uno.
Nunca sabremos lo que tenían pensado para esta edición en condiciones normales (6 concursantes al final de la Gala 11), pero lo que se hizo con 7 fue otro desastre (no hay manera) llegando al extremo inexplicable de que el presentador no sabía lo que iba a hacer el jurado. Sí, sí, el bueno de Roberto Leal (ese traidor que ha fichado por Atresmedia y sólo presenta estas galas para ganar más dinero) anuncia que el jurado decidirá dos finalistas y los profesores un tercero, y el jurado dice que no, mejor eligen cuatro… y dos minutos depués se cargan a dos de ellos. Y luego lo mejor, entre los cinco restantes los profesores eligen a una… ¡que el jurado no había elegido cinco minutos antes como los cuatro mejores! Me han informado que las redes ardieron (que frase más sobada) con los tres elegidos, pero yo lo veo muy normal, era imposible escoger bien ante un nivel tan mediocre, sin duda el peor de estas tres temporadas que yo he seguido.
Obviamente Nia está por encima de todos y fue la primera escogida como finalista (hasta ahí podíamos llegar) pero luego daban igual los escogidos, todos navegan en un mismo nivel de medianía. Ojo, que nadie me malinterprete, cantar es muy difícil y lo hacen muy bien, pero las comparaciones son odiosas. Mirando en Youtube actuaciones del miércoles el algoritmo maléfico me recomendó la actuación de Alba en 2018 en la misma Gala 11, y en fin, “no hase falta disir nada más”. Distancia abismal.
Así que la Gala 12 ha quedado con cuatro concursantes nominados de los cuales dos se largarán con votos del público, pero sólo se podrá votar durante la gala, por lo que el “efecto lotería” que llevó por ejemplo a Natalia en 2018 al tercer puesto dará mucho emoción al asunto. Igual me lo miro en directo y todo.
Vamos terminando, ya anuncié antes del parón mi cariño por Samantha, por su carácter y su progresión musical, la puse en el grupo de cola en mi pronóstico inicial y puede ser finalista (me gustaría), sólo nos faltaba a todos poder gozar como se merece de sus prodigiosas piernas, y el miércoles por fin lo vimos. Se ahoga de mala manera pero vale la pena igual. Que lo disfruten ustedes.
