Esta es mi movida y así la cuento.

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Hostias, hostias, hostias. Oh dios mío. Esto es ya una barbaridad. Aclarado esto, comentar que por fin soy plenamente consciente de haber asistido a algo grande, un momento de esos que pasan a la posteridad. Porque todavía se pueden llenar pabellones sin tirar del público casual, ese que pasa por allí pero que bien podría estar en su casa empachándose a palomitas (por proximidad temporal, nótese la referencia a Depeche Mode). Porque Muse se van, se piran, siguen subiendo hasta quien sabe donde, y se llevan a un montón de peña con ellos. Peña que simplemente asiente y levanta los brazos. Matthew puede hacer lo que le de la puta gana.

Lo que quiera, de verdad, es que da igual. A ver, es que salen, con ese montaje entre futurista y marcial, subidos sobre esos cubiletes a por lo menos cinco metros del suelo, y te clavan un Uprising de cagarse la perra, ¿y qué haces? Cuando consigues que la mandíbula vuelva a su sitio -15.000 farloperos de la mano y la policia a por uvas, ay ay ay- mendigas por otra cerveza más. ¿Alguien quiere más una más? Nosotros queremos una más porque pasar esto a palo seco es complicado. Es algo tan excesivo que, sinceramente, no puedo explicarlo con letras españolas.

Una orgía sensorial absoluta, un hard rock del siglo XXI, un frontman que tiene todo lo bueno y todo lo malo de las rock stars, un batería que tiene que ser necesariamente para las nuevas generaciones lo que Stewart Copeland el de los Police fue para la gente de otro tiempo, un bajista que, digámoslo, empezó aburriéndose, pero. Pero. Coño, ¿es que me voy a atrever a ponerle algún pero a una noche tan magnífica?

Ahora paso de hablar de música, ahora voy a hablar de mis colegas, de mis veinte colegas. Días antes ya se palpaba el ambiente de las grandes ocasiones. Joder, hacía mucho tiempo que no iba a un concierto, yo que en ocasiones voy solo, con tanta buena gente. Ellos y ellas, eh, que estais ahí fuera, gracias. Me veo saltando y gritando que el Time is Running Out con gente que está ahí desde hace 25 años -otros desde menos, pero igual de intenso- y casi me vengo abajo, pero no es eso lo que tiene que pasar. Muy al contrario, es la cuarta vez que veo a Muse (desde La Riviera hasta aquí pasando por Vistalegre en un camino de convicción absoluta) y quiero abrazaros a todos y cada uno de vosotros y vosotras, hijos puta.

Pero venga, que vuelvo al redil y a hablar de U2. O sea, no, de Muse. ¿Que Coldplay van a por el lugar de Bono y tal? Vamos no me jodas, que no. Cualquiera que haya visto a los irlandeses en concierto y luego haya comparado con Muse (gringos mamones, este año lo habeis podido paladear del tirón) se da cuenta de que tienen que ser estos y no otros quienes vayan a ese lugar. Yo este año no he visto a Chris Martin y sus compinches, pero he visto a U2, AC/DC, Bruce Springsteen, Depeche Mode y hasta a Vetusta Morla three times (uuuuuh), y afirmo aquí y ahora que lo de Muse es serio de pelotas.





Una banda a la que a ratos hay que tomarse a broma para poder asumirles. Sólo así tolero Undisclosed Desires, por ejemplo. Pero enfilan Plug in Baby y está al nivel de Personal Jesus. No más comparaciones que luego la peña me curte, pero quede ahí esa conversación de madrugada en el baño de los tíos: "Gallar, tu que estuviste igual que yo en AC/DC, ¿con cual te quedas?" Me costó más de dos segundos responder, lo cual ya es suficiente mérito para quien quiera que ganara. No pienso desvelar el resultado de la disyuntiva, que cada palo aguante su vela.

Estoy viendo a Matthew Bellamy y, os lo prometo, me recuerdo a mi mismo alucinando de niño con un vhs de mi hermano mayor con los Queen tocando en el Palacio de los Deportes de Madrid en 1979, con Freddy Mercury sin bigote, justo antes de convertirse en el super grupo que todo dios conoce. Ahora es muy fácil comparar a Muse con Queen por obra y gracia de esa sobrada que es United States of Eurasia -no la tocaron entera y me alegro-, evidente, pero no hablo de algo musical, hablo de la percepción de ese instante justo antes de que incluso en la tele italiana sepan que quien tocó la batería no era el batería, antes de que vaya a comer a casa de mi madre y ésta me diga: "Ayer vi a los Muse esos en El Gato al Agua". Este es ese momento y cómo lo disfruto, madre mía.

Ando prácticamente en éxtasis entre el gentío, lo reconozco, y en esas escucho detrás mía: "Esto es como estar drogado". Pienso que conozco esa voz y que no me voy ni a girar. Es él, el mítico Kastrolas, un tipo que al término reconocería que había hecho una especie de viaje astral. Cierto es que había invertido su dinero en ello, pero busco aquí y ahora a alguien que le rebata al chaval su adorablea la par que acertada conclusión.

Un montaje futurista, excesivo, deslumbrante, un repertorio in-dis-cu-ti-ble (no tocaron todas las exogenesis esas, menos mal), y una banda que aglutina a gente de todo pelaje simplemente porque sí. Porque hay que recordar que en su última visita, en octubre de 2006, no llenaron este Palacio de los Deportes. Tres años después sacaron a la venta las entradas para este nuestro concierto antes de haber publicado The Resistance, pero por algún motivo las entradas volaron. ¿Por qué? ¿Qué pasó entre medias? El rollito Crepúsculo no puede ser la única respuesta, que no, que no. Algo se activo ahí.

Pero yo, que puedo presumir y presumo y presumiré de haberles visto en La Riviera, como ya he dicho antes y anoche dije cienes de veces, afirmo que todo es culpa de las canciones y de creer en lo que hacen, sin importarte lo que piense el público. ¿Que haces discos cada vez peores? Joder, eso pensaba yo antes del concierto, pero ahora estoy petando The Resistance como si fuera el Machine Head de los Deep Purple. No es un clásico, vale, o sí, yo que sé, yo lo que diga la rubia. Ahí está Unnatural Selection, y si Nais dice que es la canción, es la canción. Y aquí todos a cerrar el boquino.

Y nada, yo que sé, ya paso de contar más cosas porque estoy empezando a desbarrar, me doy cuenta de ello. No sé ni cómo acabar estas líneas sin volver a ponerme plasta con lo de puta madre que sonó aquello, lo bien que se lo pasó el gentío, lo que mola que venga uno de Cádiz y otro de Santiago y se encuentren en el rock, lo que mola que te reconozcan que una habían pasado el día nerviosita esperando la hora H, otro que se había despertado dos veces la noche antes preocupado porque tenía que recoger las entradas en taquilla, lo que mola Madrid un sábado en la noche cuando hay un motivo. Mi motivo. Nuestro motivo. El puto motivo.

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