Cris Martin lastra a Coldplay en directo. Es la rémora, lo que sobra, la nota disonante, el elemento a erradicar, la arena en el bolsillo, la piedra en unos zapatos de 200 euros, la mancha amarilla en una flamante toga, la gota de meado en unos calzoncillos puestos inmediatamente antes.
Hablaré primero de lo bueno, por orden. En primer lugar, los seguidores españoles. La gran baza de grupos correctos como éstos es su público. Fans fieles y aleccionados, como los de U2, pero, además, jóvenes, que no disfrutan relajadamente con la música y hacen ruido. Lo siguiente mejor, el montaje: las luces, las sorpresas, el diseño del escenario, la escenografía, el atuendo etc...: todo en su sitio, todo minuciosamente estudiado.
A partir de aquí termina lo mejor y empieza lo normal. El grupo en si. Coldplay es una banda correcta. Ni espectacular ni vulgar, correcto. Alguien (no daré nombres) me decía tras el concierto "es que todos saben tocar todos los instrumentos". Mi respuesta fue "¿y qué?". Y es que la base ritmica es normal y el guitarrista es normal tirando a bueno. El cantante es malo. Las mejores canciones que tienen son las que peor interpretan.
Finalmente, lo peor. No criticaré el orden de las canciones, porque no soy técnico, no obstante, no me gustó que clásicos como Colcks, In my place o Speed of sound sonasen en los puestos 3,4 y 5. El momento acústico-discoteca resulta absolutamente patético y por el camino se cargan dos de sus mejores temas, God put a smile y Talk.
Al final, a la cola de todo el circo, Cris Martin. Sintomático es que lo mejor que se pueda decir de él al final de un concierto es que es simpático y que genera buen rollo, pese a que a mi me pareció sobreactuado y risible. Aseguro, y Faneca podrá corroborarlo, que Martin no cantó, absolutamente nada, durante los 6 o 7 primeros temas. De hecho, sus compis le miraban claramente con cara de qué coño estás haciendo mongolo. Eso, que por si sólo sería muy grave, adquiere un tinte dramático cuando, como se ha dicho, en los 6 o 7 primeros temas descargan el 70 % de la calidad de su discografía. Martin no cantaba y cuando lo hacía entraba mal, tarde y desafinando, alumbrando un deleznable sonido que perturbaba al más pintado. Fue tan tan malo que cualquier de nosotros habría podido ponerse a cantar en su lugar y nadie habría notado nada. Luego, progresivamente, la cosa fue mejorando (vide momento rula), aunque ciertamente nunca estuvo a un nivel aceptable; las notas bajas no sabe hacerlas y a las altas no llega. ¿Las pruebas? La cara de estreñimiento-estoyapuntodesufrirunparocardiaco que aparecía en las pantallas y el descarado cambio de tono a mitad de tema en multitud de canciones. Y no, no es que se mueva mucho y le falte el aire, es, sencillamente, que a) no sabe cantar en directo y b) no tiene voz para llegar a ciertas notas, ni por arriba, ni por abajo.
Sin comparaciones. Sin más. Disfruté el concierto. Me generó buen rollo y felicidad. A mi novia le encantó. Me fui contento. Martin me molestó. ¿Viva Coldplay? Y un cuerno.
Y lo peor, el cantante va cada año a menos.
Pasado glorioso, presente espejismo, futuro incierto.
