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Jaja
El Barça, ese sobrino trotskista que viene a cenar en Navidad
Santi Giménez
Cómo hemos cambiado. El marcador es el disfraz que lo justifica todo y que permite que la nave vire despacio sin que nadie se percate del cambio de rumbo. El Barça es como un sobrino que sólo ves en las fechas señaladas. La última Navidad que le viste era un niño tímido que se dedicaba a la consola y no decía ni mú sin que le preguntaran y que al año siguiente se presenta en casa con un proyecto de patillas y bigote; un piercing en la nariz; dando la lata para que le paguen un tatuaje; que te saca una cabeza y que, encima, abandona la mesa antes de tiempo porque “ha quedado”. Sus padres, que le ven cada día, no han notado el cambio, pero los que le ven de uvas a peras saben que ya es otro. Como el Barça.
Trotskismo culé. El Barça ha cambiado, aceptémoslo. Y además, eso no tiene porque ser malo. Pero en este club cuando alguien insinúa un movimiento pasa a ser sospechoso de sedición o de revisionismo. El entorno del club es intrínsecamente troskista. Tanto da que los que mandan se fumen Cohibas en los reservados del Via Veneto y tengan casa de invierno en La Cerdanya y de verano en S’Agaró, su capacidad para la escisión no la superan ni los cuatro comunistas del chiste, que compartieron un taxi a la salida de un mitin y que a las tres calles habían fundado cuatro corrientes de pensamiento tras discutir.
Pruebas. Si existiera una ONG tipo “Entonos Anónimos” y el Barça acudiera en busca de ayuda, se daría la mano con todos los presentes y confesaría: “He caído en lo más bajo, ya me importa únicamente el resultado y los valores me la soplan. Necesito a Qatar”... y los asistentes le darían golpecitos en la espalda. Luego exclamaría: “La cantera ya sólo sirve para cuadrar el presupuesto, y me siento fatal”... y le abrazarían todos entre lágrimas. Al final, ya muy desmejorado, se atrevería a confesar que “la afición ha cambiado. Antes iban los socios al campo a ver como casi nunca se ganaba. Ahora el estadio se llena de turistas que participan del éxito” entre ovaciones y vítores.
Evolución. No se trata de juzgar si el cambio en la grada, en el palco, en la cantera o en las relaciones es bueno o malo. Los éxitos se mantienen al nivel de otros años, pero conviene quitarse complejos y asumir que esto no es lo que era. Y que el sobrino, ha crecido.